Argentina 2 – Grecia 0

Grecia es considerada la cuna de la cultura Occidental. Una suerte de ser cultural y espiritualmente híbrido se gestaba allá por aquellas tierras, tanto tiempo atrás. Y desde entonces hemos devenido, intentando encontrarnos con alguna pista sobre quienes somos. Pero los griegos, aquellos griegos, ya no están. Al menos, no físicamente. Forman parte del subsuelo del imaginario del hombre occidental, y sospecho que aun permanecen dentro nuestro, esperando ser develados. Sé que soy injusto con las palabras, a veces. Digo “occidental”, como si fuese una clase de tomates que con solo mencionarla me ubica dentro de un mapamundi con coordenadas perfectamente delimitadas dentro del ámbito de las verduras. Pero lo cierto es que hay muchos occidentes, desde aquel Occidente. Del primer Occidente Greco Latino se desprenden variantes como ser el occidente sajón semita y el occidente eslavo. Y hemos perdido entonces el rastro visible, creyendo que Bush es el pináculo – en cuanto a gobernantes se refiere – político, que Japón detenta el summun del conocimiento científico, que Israel es un Estado soberano, que Pinochet puede ser catalogado como héroe, que todo deporte puedes ser reducido al esquema de “pan y circo”, etcétera.

Reconozco que mi disciplina académica, si es que acaso algo me ha brindado, es una ventana –diminuta- que me ha abierto hacia el pensamiento de aquellos hombres, primeros hombres, que lo han cambiado todo de faz.

Y yo puedo aceptar si objetan que es arbitrario sostener que aquella Grecia fue el comienzo. Y presuponiendo una circularidad histórica, entonces no sería tampoco nuestro desenlace. Pero allí laten, como símbolo de comunión excelsa entre dos universos, permanecen atravesados por el olvido, por lo que de ellos se ha dicho, por lo que tanto nos separa de nuestra identidad.

Escucho todavía anonadado como caen muchos en el prejuicio (lugar tan común dentro de la literatura) de catalogar al fútbol como una dimensión “primitiva” de lo humano. Borges se mostraba intolerante ante tal manifestación “popular”; pero a tal escritor no podemos pedirle (como a muchos, creo) una plena objetividad. Borges hablaba desde el resentimiento de nunca haber jugado al fútbol, como aquel que desprecia a las mujeres porque no “le dan bola”; o como aquel que desprecia a los que se arriesgan porque nunca ha arriesgado nada. Este post es largo, lo sé.

Pero sé también que los griegos detenían sus guerras por la irrupción de las ceremonias olímpicas, en las que se desarrollaban diversas competencias de destreza y agilidad: tanto físicas como intelectuales.

Deporte y religiosidad se complementan: el deporte, en su sentido visceral, es un rito. Una actividad humana que emula ese espacio en el que no existe más tiempo que el sagrado: el tiempo profano desaparece. Desaparecen las guerras, la producción de la empresa Alpargatas, la cadena de producción de la Toyota se paraliza.

“Un montón de pelotudos”. “Que vayan a laburar”. Hay un proyecto de hombre en la postmodernidad: el hombre máquina. Proyecto que viene de lejos, pero digo: ¿tan solo eso es el hombre, lo que produce para el consumo?

Como preludio a lo que viene a continuación, lo dicho anteriormente solo es un mero balbuceo de aquello de lo que fui testigo esta tarde.

Esa tarde.

“Esto es magia. Es como un sueño. Mejor aun, posee el espíritu para-simpático de esos mundos pintados con la brocha de las sincronicidades. Entonces convierten al mundo en irreal. Lo imposible se hace visible, y las palabras no dan abasto para describir esta ‘economía alquímica’: un puño apretado, un nudo en la garganta, son las únicas grafías con las que se delimitan las cosas. Un nuevo paradigma hermeneútico asoma. Un viejo modo de percibir los conceptos se desvanece. Es allí cuando irrumpe el mito, omnipresente. Fisura positivismos, deja en ridículo encadenamientos lógicos, demuele toda noción de tiempo conocida. Es tierra de poetas.

Son esos, y no otros fenómenos, los que anticipan la irrupción de los dioses. Imantan a los hombres de un poder indescriptible. Incoherente visión de mundo que se cierne sobre la omnipresencia de una potencia oscura, que parece no solo tener voluntad: sino ejercerla libremente.

Cuando la realidad habla, los dioses aparecen. Cuando lo real responde el grito humano, los dioses gritan también. Ellos amanecen con la dimensión de los sentimientos que hacen desaparecer a los hombres en su sentido ordinario.

Sin lugar para los hombres, solo nos queda ese espacio inundado por esa materia propia de los sueños. Esto es magia. Ni más, ni menos.  Morderme los labios para no llorar por ese gol, esa tarde, fue una virtud divina. ”

5 comentarios en “Argentina 2 – Grecia 0”

  1. Platón no tiraba la garrocha, se comía pendejos.
    Foucault no era el wing derecho del Lyon.
    A veces cualquier argumento es endeble.

    «Ponelo a Martín, no es un poeta con la pelota, no hace magia, la mete, es un blogger del fútbol»

  2. A veces lo que no se puede alcanzar provoca admiración, no resentimiento… sería interesante saber que más determinó que a JLB no le gustase el futbol… bah, sería interesante para mí. Tal vez es una pavada como que «una vez a su mamá le pegaron un pelotazo en la calle».

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